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domingo, 7 de agosto de 2011

The ghost in the Ruskin room

¡Meh! Hoy soy yo, St2, la que escribe la entrada (aunque Anyina está chivándome cosas al oído). ¡Toca escuchar historias de fantasmas!
Ayer decidimos ir a pasar el día a un parque de esculturas con mi primo y su novia, pero las previsiones del tiempo y la sede de Fisher Price (donde había trabajado mi primo) conspiraron en nuestra contra.
La cuestión es que acabamos maravillándonos con los juguetes de los niños americanos durante un buen rato (por ejemplo, tienen una impresora que puede pintarte fotos en las uñas, un yeti de medio metro que saltimbanqueaba por su caja imitando los movimientos de los simios y barbies de los sesenta con sus pelucas y todo). Cuando quisimos ir a cenar, el sitio que nos pillaba más cerca era The Roycroft Inn, una posada antiquísima en un pueblo embrujado, East Aurora.
La cena fue increíble: nos pusieron una sopa francesa de cebolla... Buf, qué sopa. En serio, después de tanta coña con el rol del séptimo mar... Ahora me parece impensable burlarme de la sopa de cebolla. Para que veáis a qué me refiero, os voy a subir una foto, y que conste que en la realidad tenía un aspecto mucho más alluring.

Eso que veis por arriba es queso (*¬*).
Bien, volviendo a la historia. Estábamos cenando alegremente cuando mi primo nos contó que aparentemente estábamos sentados debajo de una habitación encantada. Por lo visto en ella se aparece el fantasma del tipo que le dio su nombre a la habitación, the Ruskin room. La cosa es que ahora es una oficina, y de hecho uno de los camareros, que hablaba español, nos dijo que a él no le hacía ninguna gracia tener que subir ahí a hacer papeleo.
Esta habitación suele estar siempre cerrada, pero en esta ocasión estaba abierta y pudimos verla, y la verdad es que daba un poco de mal rollo (a lo mejor es cosa mía porque una vez tuve una pesadilla horrible con una habitación parecida). En las fotos, de todos modos, el mal rollo no se aprecia, aunque si queréis podéis buscar fantasmas.

Por cierto, en la foto tampoco se ve, pero había una escalera muy rara que subía al tejado. La habitación está en lo alto de una escalera (es la única, como si fuera una torre). No sé, a mí me sigue dando mal rollo, aunque a Anyina no le pareció nada del otro mundo.
Al salir del hotel nos encontramos con un cartel que ofrecía un Ghost walk por todo el pueblo, y nos apuntamos. Así fue cómo descubrimos que en East Aurora das una patada a una piedra y te salen cuatro fantasmas y tres gatos. ¡En serio, qué cantidad de gatos! Nos miraban desde las casas, se nos acercaban pidiendo afecto... Una locura. Los fantasmas, por suerte, no aparecieron. Pero con el tour nos enteramos de que en un 25% de las casas del pueblo alguien había asesinado a otro alguien o se había suicidado. Y el 90% de estas casas eran apartamentos en la realidad (no sé yo si para joder a más gente con las apariciones, o qué...).
Es decir, vaya pueblo de zumbados, en serio. Estas cosas sólo ocurren en América, está claro (en el resto del mundo las esconden).
Voy a poneros un ejemplo.
Había una casa que había sido una funeraria desde 1800. Total, que metían los cuerpos en el sótano. Hasta ahí bien. Creepy, pero en algún lado tienen que meter los fiambres. La cuestión es que a alguien se le ocurrió la genial la idea de comprarse la casa para vivir en ella, pero no tenía suficientes dedos de frente (cosa que estaba clara, a quién se le ocurre comprarse una funeraria) y no la acondicionó para vivir. Total, para qué. Decidió divirla en apartamentos y que se las apañasen los pobres incautos.
La cosa es que la casa es una cachonda, en serio. Si aparcas ahí tu coche olvídate de que vuelva a arrancar, porque la casa está necesitada de afecto y se chupa las baterías. Y quien dice aparcar, dice llevar un móvil. Vamos, un coñazo de casa, nadie puede llamarte.
Lo verdaderamente creepy es que en el primer piso los animales no pasan por donde debería estar el centro del sótano, que era donde tenían los cadáveres. Es decir, que en vez de atravesar la habitación dan un rodeo y evitan esa parte. También, por lo visto, se oyen gritos y se ven apariciones en las ventanas. De hecho, os voy a subir una foto, a ver si veis algo.

Al lado de esta encantadora casa, hay otra que también se las trae. De verdad, ¿qué leches se traen los americanos y las escopetas? Ahí vivía en 1998 una chica que había había dejado a su novio de Ohio para buscarse otro amante. El caso es que el ex novio ni corto ni perezoso se tragó cinco horas de coche, se metió en la casa, se cargó al amante, esperó siete horas hasta que llegó la ex novia, se la cargó también y se pegó un tiro. Con la de tiempo que se habría ahorrado el pobre hombre si hubiera cambiado su lista de cosas que hacer y se hubiera pegado un tiro lo primero... Por cierto, la policía al principio creía que sólo había dos cadáveres. Tardaron tres horas en encontrar el cuerpo del amante (el alma había volado ya lejos).
Cómo no, más tarde dividieron la casa en apartamentos.
En esta misma calle había una casa que durante un tiempo fue un psiquiátrico y que luego convirtieron en apartamentos (again). Ahí, en 1998 (vaya año de cosecha), se suicidaron en el sótano un hombre con una escopeta y tiempo después su hijo. Por lo visto, allí se aparece un espíritu demoníaco que ataca (vamos, lo que yo os diga, un encanto).
Todo esto me hace preguntarme qué habrá pasado en el sótano de la casa en la que vivimos, porque dormimos ahí...
Bueno, que después de recorrernos como veinte casas con historias por el estilo, la visita acabó. Pueden parecer historias muy truculentas (y lo son), pero el tour lo hicimos de día y la chica era nueva en esto. En realidad, te quedabas con buen cuerpo y todo, porque la chica te contaba que un hombre se había cargado a toda su familia con una naturalidad... Y te esbozaba una sonrisa de satisfacción y como de orgullo, oye. Como diciendo "¿a que mola mi pueblo?". Concho, que al final más que de asesinatos parecía que te estaba hablando, yo qué sé, del festival de las flores. Era imposible asustarse con semejante sonrisa tranquilizadora (la chica aparte tenía un bocón que como para no ver la sonrisa...).
Total, que acabamos todos muy contentos y nos fuimos a tomar un helado. Fue muy gracioso, porque la heladería la habían montado en un vagón justo en el lugar donde hacía años había descarrilado un tren y había habido un accidente ferroviario de la hostia (qué alegres que son los estadounidenses). Incluso había un trenecito que daba vueltas por un carril que había en el techo, una monada.
Mirad, os subo fotos.


Precioso, ¿a que sí?
Pues no. Luego tuvimos que volver andando por la noche mientras mi primo nos contaba historias de miedo que le habían ocurrido a un amigo suyo y que sí que acojanaban bastante, la verdad, y no fue un paseo muy alegre, porque había zonas muy abandonadas y no había luces ni nadie en las calles. Ya digo, estábamos muertos de miedo. Fue un alivio cuando llegamos al coche, al menos para mí.
Por cierto, se me ha olvidado contar que por lo visto en el pueblo hay un templo espiritista, y el jueves hacen lectura de manos de cartas y sesión de debate con los muertos, o algo así. Vamos a ver si podemos ir cuando mis primos salgan del trabajo. Si no, no importa porque nos han dicho que aquí cerca hay un pueblo en el que todo el mundo es médium (hay pueblos en los que todos son rubios. Bueno, pues aquí todos son médium) y vamos a ir a ver si mi prima habla con su abuela. No sabría decir si me apetece mucho o no me apetece nada, la verdad.
Ya os contaremos ^^

viernes, 5 de agosto de 2011

American way of life


Diario de a bordo del Pequod.                                                      5 de agosto de 2011, 10:45 a.m. HL NY


Soldados rasos Anyina y St2 reportando para la base.

Es nuestro séptimo día navegando por aguas desconocidas. Hemos llegado a tierras ignotas y los indígenas nos han acogido con un caluroso Welcome to the USA! Es decir, excepto en las aduanas, en las que sí que hemos notado cierto comportamiento hostil y primitivo. Los nativos aduaneros demuestran ser fervientes admiradores de la Inquisición española y de sus métodos de interrogatorio: sólo con arduo esfuerzo (en especial por parte de St2, que carece de habilidades diplomáticas) conseguimos convencerles de que no, no estábamos allí para buscar trabajo y de que sí, en nuestro país existe el concepto de vacaciones. Tres aduanas, cuatro horas. Y por fin llegamos a nuestro destino. Total: 16 horas de viaje.

Welcome to the USA, indeed!

Esperando nuestra llegada se encontraban Sandra, Diana y Marco, nuestros contactos con los indígenas, primos de St2 y compatriotas afincados en estas tierras ignotas. En el emplazamiento familiar también conviven con nosotros seis nativos, dos de ellos humanos (Laurianne y Michael). El resto son tres gatos obesos y la versión pájaro de Pikachu.

Nos recibieron con una tarta de bienvenida en la que habían intentado escribir nuestros nombres con sirope de fresa. Entonces nos pareció intuir algo que acabaría siendo una certeza: en este país nadie puede escribir Estitxu y nadie es capaz de pronunciar Patricia.

A la mañana siguiente, decidimos encargarnos de nuestro problema más acuciante: las provisiones. Para ello, caminamos (algo impensable por estos lares: las calles estaban vacías) hasta llegar a una autopista. Fue entonces cuando descubrimos que en la cuna del capitalismo no conocen los pasos de cebra y tuvimos que cruzar por el medio de la calzada mientras el semáforo nos cronometraba los veinte segundos que teníamos que tardar.

A todo esto, el paisaje urbano de por aquí te hace sentir como si te hubiera abducido una serie de televisión americana: la gente monta mercadillos en sus garajes, los niños venden limonada en la acera, y hay patrióticas y enormes banderas colgando de las ventanas. Pronto descubrimos que con la comida y los olores ocurre exactamente lo mismo: los pimientos parecen de plástico y hay aproximadamente mil marcas para venderte el mismo producto. La leche sabe dulce, el aire huele dulce (como a vainilla o caramelo sintético) y la fruta no sabe absolutamente a nada. O comemos bollos y hamburguesas o nuestro paladar languidece de desuso y agonía existencial.

Otra cosa curiosa de ver es como, en un país con semejante índice de obesidad, prácticamente más de la mitad de los productos vienen con 0% fat (0% de grasa). Hablando del tema, la foto de arriba nos pareció muy ilustrativa al respecto (la modelo se llama Cuchita y pesas sus buenos ocho kilos).

Ahora vamos a intentar desayunar, así que seguiremos informando más tarde. De momento sólo podemos decir:

Welcome to the USA! Welcome to the American way of life!